Hoy he ido al Museo del Prado a ver la exposición de retratos de Velazquez y sus sucesores, Mazo y Carreño, de los miembros de la familia de Felipe IV.
La exposición invita a reflexionar sobre uno de los momentos más brillantes y con mayor personalidad de la carrera de Velázquez y de la historia del retrato cortesano español; y también sobre cómo este tipo de pinturas se convirtieron en instrumentos de intercambio diplomático, y cómo reflejaban las expectativas que en toda Europa se tejieron en torno al devenir de la familia real.
Aunque me ha parecido bastante escasa, me ha gustado mucho.
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